23 de septiembre de 2008

EL TERREMOTO-->


Entre escombros y oficinas destruidas “la primera cosa que se nos ocurrió después del terremoto fue anotar en un cuaderno viejo el reporte de personas que llegaban a contarnos la destrucción de sus casas”.

Así recuerda Eduardo Nates, exdirector del Banco Central Hipotecario en Popayán, los momentos posteriores al terremoto del 31 de marzo de 1983. Recuerda el funcionario que el edificio sede del BCH en la ciudad fue destruido parcialmente pues el segundo piso se vino se vino abajo, y trabajar allí se hacia muy difícil por el polvo, los escombros, y ese ambiente a muerte que se cernía sobre la ciudad.

Luego de asumir entre el dolor y el asombro la magnitud de la tragedia, se comenzaron a diseñar las estrategias de ayuda para los miles de damnificados, una labor titánica pues los testimonios de la gente se abatían entre el llanto y la desesperanza de tener que volver empezar de cero, unos por la pérdida total de sus viviendas y otros por la muerte de sus seres más queridos, sin embargo, como dice un dicho por ahí, “de tripas se hacen corazón” y el deber estaba primero que el dolor.

“Esa fue una tragedia muy compleja que sólo entendemos quienes hemos vivido esa situación tan intensa, tuvimos que entender las angustias de la gente por los muertos, los afectados y los heridos”.
Nates comenta que todo se movía, no solo por las réplicas del terremoto sino que los sentimientos de la gente parecían haber sido destruidos al igual que los edificios y casas. “Ese momento fue muy difícil porque era una situación social muy complicada pero había que sobreponerse y responder por nuestros deberes”.

Aumentaron barrios
Según Benhur Cerón y Marco Tulio Romero, académicos conocedores del tema después del terremoto en Popayán surgieron 36 nuevos barrios, ayudados significativamente, por recursos internacionales.
Ayuda para todos
Y es que además de los habitantes locales, a la ciudad empezaron a arribar habitantes de otras regiones. “Se cree que llegaron cerca de 20 mil personas que se asumieron como parte integral de la ciudad pues no se podía asumir una actitud excluyente”, expresa el exdirector del BCH.

La llegada de esas personas, que luego dieron paso a la creación de nuevos barrios en la ciudad, hizo que se generara mayor inversión, “se hizo urgente la ampliación del acueducto, las redes sanitarias, eléctricas, telefónicas” y también se tuvo que desarrollar planes para pavimentación de vías y mejora de los servicios de transporte.

Esos ciudadanos que tuvieron que soportar algunas miradas de rechazo y exclusión, normales si se piensa que a nadie le gusta ver “invadida” su casa, vieron en la ciudad un espacio para vivir, crear y hacer realidad sus sueños, sueños que hoy son paredes de ladrillo en las casas y calles de barrios, que imponentes, se levantan en las periferias de la ciudad y que parecen absorber el reconocido centro histórico.

Es que el remezón de ese jueves santo, tristemente célebre en la historia reciente fue “una situación donde se presentaron necesidades inminentes para asumirlas como obras de desarrollo ciudadano inmediato generando eso, unas dinámicas económicas importantes”, anota Nates.

Asumir ese reto, de ayudar tanto a payaneses como a personas externas fue “una decisión que asumimos con mucho cuidado pues ellos sin duda se convirtieron en un motor de desarrollo para Popayán”.

Derrumbando muros sociales
Esa posición fue la que permitió derrumbar ese muro social que se erguía y “abrió unas ventanas generosas que no se encontraban lo suficientemente visibles, por eso el terremoto más allá de destruir edificios y casas, lo que hizo fue romper barreras sociales, físicas y cambio las mentalidades de la gente”.

“El terremoto, no sólo abrió las paredes de las casas y edificios sino que abrió el diámetro del lente para mirar los fenómenos sociales y económicos de la ciudad”
Por eso si algo debe “agradecérsele” al temblor de las 8:13 am del jueves santo de 1983 es que se sacudió también la mente de los gobernantes para hacer mayor inversión como se hizo con la creación del fondo de reconstrucción de viviendas para el cual se destinaron 5000 millones de pesos de la época”. anota.

Con esa plata “para nosotros lo más importante era que la gente afectada arrancará de nuevo a pegar los ladrillos para reconstruir sus casas, porque era necesario que en el desastre se asumieran actitudes de volver a levantarse” de entre los escombros.

En ese afán de responder con eficacia “casi que teníamos que meterle los billetes a los bolsillos a las personas para que contrataran maestros y compraran materiales”.

Con esa ayuda económica y generando una actitud positiva en medio de la tragedia, se esperaba levantar la moral de la gente para resurgir de entre los montones de escombros y la tristeza de la muerte.

Desde ese día, desde ese año, casi que desde el mismo instante en que acabó el terremoto la actitud de Popayán cambio, y cambió no se sabe si fue por el remezón de la tierra, pero si por lo menos debido a que su historia se partió en dos, como se dice cada vez que los recuerdos vestidos de luto vienen a la mente de los
payaneses.